Eres fuente inagotable
que murmura rumorosa:
eres fluido interminable
para la sed que me acosa.
Si se callara la fuente,
si me faltases un día,
si te fueras de mi mente...
¡qué solo me quedaría!
Junio - Julio de 1987
Eres fuente inagotable
que murmura rumorosa:
eres fluido interminable
para la sed que me acosa.
Si se callara la fuente,
si me faltases un día,
si te fueras de mi mente...
¡qué solo me quedaría!
Junio - Julio de 1987
La última flor de la pasiflora.
Quién me iba a decir,
entre la exuberante profusión
de capullos, vástagos y renuevos
que surgían, con ímpetu
primaveral, excediendo el límite
de la cerca, augurando un progresivo
e inminente estallido
de belleza; que esa flor señera,
la única flor de la pasiflora,
la primeriza, sería la última;
la más temprana, la última flor.
La leve ilusión, la emoción ligera,
pero muy viva, con que acerté a verla
entre la verde y pujante espesura
me recuerda cuán frágil, cuán efímera
fue mi expectativa, y qué fugaz es
la belleza, no ya la de por sí
breve hermosura de todas las flores,
cuya existencia —la de cada una
en particular— no puede ser larga,
sino la belleza latente en todo
cuanto vive y alienta.
Tras una espera confiada y tranquila,
salvados ya el otoño y el invierno,
nada hacía presagiar que la flor
primera que me ofrecía, obsequiosa,
la pasiflora sería la única
que alcanzaría a ver; que no vería
el verdor de sus hojas nunca más,
ni ninguna flor hermana; que tuve
el privilegio de ver una flor
primeriza, acaso la más temprana,
con la nostalgia —el encanto— de ser,
tal vez en mi recuerdo para siempre,
la última flor de la pasiflora.
28 de abril-24 de mayo de 2024
En la noche solitaria un violín llora un son agudo y profundo. Desgarrado y melancólico, el violín vierte un lamento profundo en el duelo silencioso de una noche revestida del misterio indescifrable y espantoso de un horror hondamente presentido. Su lamento se repite y reconforta corazones encogidos por la pena y el dolor. Los compases arrancados uno a uno por el arco infatigable traspasado de pesar, uno a uno se repiten en la noche silenciosa como un llanto melancólico y profundo, tan agudo y desgarrado que hasta el cielo entristecido se ha deshecho en una lluvia que es llorar.
1989? 1990?
En el piso superior
hoy hay un nuevo alboroto:
¡un pilluelo nietecillo
corre y trota como él solo!
Un niño que juega. Vitalidad
que descorre los visillos graves
que nos impiden ver
una luz distinta y la esperanza
—íntegra aún y preservada—,
la ausencia de malicia y sensatez,
que hay en el orbe,
el orbe claro en donde teje
sus ilusiones
el alma cándida de los niños.
Ruidos.
Inevitables en esta humana
comunidad.
Rumores cotidianos.
Tráfico en las calles...
Voces, gritos, golpes...;
máquinas y electrodomésticos...
Son los rumores cotidianos.
Muy variados.
Pulso audible del vasto cuerpo
de la ciudad.
Es la vida que discurre
sin pararse a preguntar.
La no vida es más discreta:
absoluto es su silencio.
Cualidad es de la vida
el movimiento.
(¿Es la vida algo más
que movimiento?)
Vibración es el sonido:
es movimiento.
Es por tanto el ruido acompañante
vinculado al movimiento
que es la vida
en la ciudad.
No más pido que en mi ánimo,
de entre todos los ruidos
y rumores circunstantes,
aquel que tiene su origen
en el juego de los niños
—ellos siempre juegan—
no moleste.
2 de Abril de 1992
Clava en tu pecho un puñal,
hecha sal sobre la herida,
se ríe de tu dolor,
¿y aún suspiras?
¡Oh cruel condición
del amor y su misterio!
Roba tu eterna sonrisa,
hace pedazos tu alhaja,
arrasa en llanto tus ojos,
¡y aún le amas!
24 de Enero de 1988
Si las estaciones se suceden,
al oscuro sufrimiento y frío
le sigue brillante un despertar,
gozo y percepción de los sentidos,
madurar alegre en ese estado
donde mirar
es siempre agradecido.
Ilusión que es un bien tan real
como fruto jugoso y maduro,
de la fuente el fluir permanente
o del Sol surgimiento oportuno;
plenitud que sacia sin empacho,
inmarcesible
riqueza, caudal siempre seguro.
Crece el gusto opreso en la belleza,
y esta en cárcel transitoria vive.
Poder servirla
es ansia que libera.
6 de Noviembre de 1996
Además de poseer un apreciable talento para la talla en madera, como bien puede comprobar cualquiera que visite el blog de sus obras, mi padre, Serapio Hernández, es autor de un libro
donde vierte las memorias de sus años de pastor, refiriendo multitud de anécdotas, los pormenores del oficio y muchos de los usos y costumbres que imperaban en la España rural de los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil.
Cumplidas sus expectativas con respecto a la primera edición impresa de esta obra y habida cuenta del tiempo transcurrido (Junio de 2003), permite ahora su descarga libre y gratuita, y que se comparta (ver licencia Creative Commons) en formato de libro electrónico (ePub)
o también, para quien así lo prefiera, en formato PDF (generado automáticamente a partir del libro electrónico).
Administrador del Blog y autor de los poemas y de las entradas:
Móstoles, Madrid—ESPAÑA—
(La licencia permite reproducir los textos originales en cualquier medio digital siempre que no sea con fines comerciales, a condición de que dichos textos no sufran la menor modificación y de que se atribuyan debidamente al autor con un enlace directo hacia la entrada que corresponda o, en su defecto, hacia la página principal del Blog. Para cualquier otro uso, como sería, por ejemplo, en un medio impreso, se precisa la autorización expresa y por escrito del autor.)
Si lo deseas puedes visitar mi otro Blog dedicado a la
Allí podrás ver las magníficas tallas que ha realizado mi padre, SERAPIO, y leer los textos que yo mismo he redactado para ilustrar y acompañar a las tallas a medida que son presentadas.
Este blog debe su existencia a la gentileza de
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