miércoles, 26 de octubre de 2011

Poema LXX

LA TORTUGA DE STEINBECK

Todos los niños tienen una tortuga en algún momento. Pero nadie la puede conservar. A fuerza de intentarlo sin parar finalmente un día escapan y se van... lejos, a algún lugar.
(John Steinbeck, Las uvas de la ira.)





Terquedad de tortuga,
lenta y sin pausa.
Por mucho que tropiece
nunca se cansa.

Si sembrado de obstáculos
halla el camino,
antes que a la razón
sigue a su instinto.

Si un peligro la frena,
entra en su concha;
cuando es ido, a su empeño
siempre retorna.

Rampas y desniveles
no la amedrentan:
aunque exista algún riesgo,
ella lo intenta.

Con el caparazón
vuelto de espaldas,
hasta no enderezarse
nunca descansa.

¡Oh, firmeza del ir
siempre adelante,
fracaso tras fracaso,
sin inmutarse!

Yo no sé si es amor
lo que la mueve,
pero la adversidad
no la detiene.

Con humilde paciencia
e inmensa calma
donde muchos se afligen
forja esperanzas.

La tortuga me impulsa,
muda, y me anima
a olvidar pesadumbres
y amar la vida.



20-24 de Octubre de 2011

12 comentarios:

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

Amigo Don Carlos,

Filosófico y tenaz poema el que Vd. dedica a la tortuga, como ejemplo de tenacidad –porque, si se tratase de una mula, sería terquedad-. Efectivamente, es un ejemplo de insistencia en la supervivencia del individuo, porque la tortuga no desiste nunca de su objetivo, que es seguir caminando, aunque sea como una tortuga. Más de un humano desearía tener esa misma actitud ante los obstáculos de la vida en general, y la intemperie de los acontecimientos. Tratándose de un animal que no es excesivamente alabado en la Lengua corriente, sino generalmente criticado en plan negativo, tiene mérito la poesía, porque refleja la actitud positiva y optimista de quien la redactó. Este poema es como un espejo en el que nos podemos mirar todos los que pretendemos ver la vida con ojos positivos. Se alaban en él virtudes y valores que generalmente nos pasan desapercibidos.

Me han gustado especialmente las siguientes estrofas:

Con el caparazón
vuelto de espaldas,
hasta no enderezarse
nunca descansa.


La tortuga me impulsa,
muda, y me anima
a olvidar pesadumbres
y amar la vida.

Quedan comprimidos en la primera los impulsos positivos y, en la segunda, se nos hace una llamada para que adoptemos la actitud de tan tenaz animal, y tomemos ejemplo de él en nuestras conductas.

Mi felicitación y un afectuoso saludo, Don Carlos.

Antonio

PS.: Una cuestión marginal: ahora que estamos en un mundo de sobreabundancia feminista, ¿se le ha ocurrido a alguien descifrar el motivo por el que a la tortuga se la nombra sólo con el femenino, haciendo abstracción del masculino?

Chacien dijo...

1/2
Querido amigo,

El origen de este poema data de hace unos cuantos años, cuando leí la novela de Steinbeck. Enseguida me cautivó este, digamos, personaje secundario que aparece en diversos momentos a lo largo de la obra y simboliza, en mi opinión, la mentalidad que necesariamente tenían que adoptar algunas familias de desfavorecidos si es que querían una oportunidad de sobrevivir en el clima hostil que refleja magistralmente la novela. Ambientada en los años de la gran depresión inmediatamente posteriores al famoso crack del 29, Las uvas de la ira hace un crudo retrato del capitalismo salvaje, reflejando la injusticia y, más aún, la perversidad de este sistema cuando funciona libremente, sin frenos ni ataduras, sin normas que corrijan sus excesos y desequilibrios. Se trata de una obra durísima que tuvo una adaptación cinematográfica muy meritoria, en el año 1940, por parte de John Ford, con Henry Fonda como protagonista; aunque en dicha versión apenas tenga presencia la tortuga.

Enseguida me di cuenta, como digo, de la importancia simbólica de la tortuga en la novela de Steinbeck y concebí el propósito de escribir un poema basándome en ella, pero uno no escribe poesía cuando quiere sino cuando ella (la poesía) quiere, de ahí que haya tardado varios años en hacerlo. En esta ocasión la clave para empezar me la dio una charla distendida que tuve recientemente sobre cierto grupo de música Pop y un vídeo suyo promocional, fíjese que tontería.

Por otra parte, no era mi propósito utilizar un ritmo tan popular y ligero como es la seguidilla, pero me he visto arrastrado y, en casos semejantes, siempre me dejo llevar. No obstante, me siento satisfecho, porque se trata de una estrofa de fácil memoria, lo cual posibilitaría el uso de una o varias partes del poema con cierta finalidad terapéutica; permitiría recordar fácilmente dichas partes (o todo el poema) si en un momento determinado uno se siente abatido por las circunstancias de la vida y necesita algo de aliento para seguir adelante. He de decirle a este respecto que, estando ya con los últimos retoques del poema y sintiéndome en determinado momento bastante jodido emocionalmente, me puse a recitar mentalmente algunos versos, mientras volvía de casa al trabajo, y me parecieron efectivos, tuve una sensación de inmediato alivio y fortaleza y me dije: "Sí que valen". Así pues, tengo mis dudas sobre la excelencia poética de estos sencillos versos, pero no sobre su capacidad terapéutica; al menos, en lo que a mí respecta y por lo que he podido comprobar hasta ahora.

Respecto a la impopularidad de la tortuga déjeme que le diga que acaso sea por la mentalidad imperante en nuestros días, en una sociedad donde todo se hace con prisas y el hacer las cosas despacio y con buena letra no está demasiado bien visto, no resulta rentable, no parece eficaz. Pero fíjese en los niños; ellos, que viven en su particular paraíso y desprecian los horarios y rutinas, adoran, por lo general, a las tortugas. La tradición fabulística, desde Esopo, pasando por Samaniego, rinde célebre homenaje a este amable reptil con La liebre y la tortuga. Y, finalmente, para acallar a los que duden de la eficacia de este animal bastaría recordar que su especie es una de las más antiguas y que menos ha necesitado evolucionar de todas las existentes; su origen parece que se remonta hasta hace 220 millones de años, siendo su grupo, dentro de los reptiles, anterior al de los lagartos y serpientes. ¿Hace falta mayor prueba de lo que significa hacer bien las cosas?

Chacien dijo...

2/2
En cuanto a la cuestión planteada por usted entre paréntesis, opino que una feminista acaso diría que se hace un uso sexista del término tortuga por las connotaciones negativas que posee: se dice que parece una tortuga al que es lento e ineficaz y al que es rápido e inteligente que es un lince; pero es un argumento que no se sostiene porque el lince lleva relativamente poco tiempo con nosotros y la tortuga desde mucho antes que diera sus primeros pasos un homínido y, lo que resulta más notorio: la tortuga tiene el porvenir asegurado y el lince se halla en vías de extinción. Animo desde aquí a cualquier feminista a sentirse orgullosa de poder nombrar a la tortuga en femenino; si es que le dan importancia a estas cosas del idioma, debiera ser para ellas un honor.

Un abrazo, querido amigo.

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

Amigo Carlos,

Muy interesante es la génesis que nos explica Vd. de su poema. Con estos conocimientos, el poema suyo adquiere nueva categoría, y mi comprensión del mismo queda más que enriquecida. Tomo buena nota de las cultas observaciones que hace Vd. sobre la tortuga, con características en las que yo no había fijado la atención. Queda bien demostrado que Vd., cuando trata un tema, sea el que sea, lo hace a conciencia y con seriedad. Ahora ya, para mí, la tortuga ha pasado de ser un especimen de poca categoría a situarse entre los mejores representantes de la especia animal.

Voy ahora a arriesgarme un poco y mostrar una especie de hipótesis: casi estoy seguro de que su padre, Don Serapio, lo ha asesorado a Vd. en este tema, al ser él, por la experiencia de la Vida, un gran conocedor de la Naturaleza en todos los sentidos, el mundo animal incluido. Vamos, que nos ha transmitido Vd. casi con seguridad el producto de largas y exquisitas conversaciones con su siempre Sabio padre, en el mejor de los sentidos.

Les envío a los dos mi sincera admiración y un gran abrazo,

Antonio

Chacien dijo...

Tenga en cuenta, amigo Antonio, que en algunas culturas la tortuga es un animal fetiche, de la buena suerte, como el elefante. Sepa que yo poseo una tortuguita tallada en madera de boj que utilizo y he colocado en mi habitación, cerca de la cabecera de la cama, por si tuviera alguna eficacia en este sentido; no es que sea creyente ni esté convencido de las cualidades sobrenaturales de este tipo de imágenes, ni mucho menos, pero la tortuga es bonita y, quien sabe, por si acaso..., tampoco me perjudica en modo alguno. Aquí puede ver la tortuga y el búho que tengo en mi habitación. Mi padre hizo otra tortuga, muy diferente, aunque de tamaño similar, por encargo de una amiga. Al verla terminada se me pusieron los dientes largos y le pedí que me hiciera otra a mí, la cual concluyó en el modo que puede ver en la fotografía.

Respecto a su aventurada hipótesis sobre el asesoramiento por parte de mi padre en temas de vida y naturaleza debo decir que, en efecto, desde muy niño me inculcó el amor a la naturaleza, enseñándome el nombre de plantas y animales y algunas de sus características, pero que en esta ocasión no ha existido un asesoramiento explícito; de hecho, todavía no ha leído el poema y sólo sabe un poco de pasada de la existencia de este blog, pues, aunque no tenga nada de qué avergonzarme, me gusta separar mi vida , digamos, pública, de lo que es mi vida íntima, y temo que si mi padre estuviera perfectamente al corriente de lo que hago en este espacio no tardaría en comunicárselo a todos los amigos y conocidos, de modo que pondría al alcance de personas que me conocen aspectos de mi vida privada que de momento no tengo demasiado interés en airear; aunque, como digo, no tengo nada de lo que poder avergonzarme.

Nuestro agradecimiento es mutuo: por el interés que demuestra en todo lo que hacemos, le damos las gracias una vez más.


Un fuerte abrazo.

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

Amigo Don Carlos,

Mire por dónde resulta que el búho es mi animal preferido, por eso de que la lechuza es el símbolo de la diosa Atenea / Minerva, diosa de la guerra como estrategia y de la inteligencia. En mis años juveniles hice mi correspondiente colección de búhos que aún conservo. Cuando alguien me quería regalar algo, sabía que el búho sería siempre bienvenido. El búho que más me gusta y que llevé durante un tiempo en mi tarjeta de presentación es éste, que es la reproducción de alguna pieza griega original y es el símbolo de la editorial francesa LES BELLES LETTRES, de la que me he surtido durante toda mi vida, porque es la que publica los mejores textos bilingües Latín / Griego – Español, de los que debo tener en mi casa cerca de un millar.

Le envío un gran abrazo,

Antonio

PS.: A ver si Don Serapio me dice la diferencia que hay entre un búho y una lechuza.

Chacien dijo...

No conocía esta editorial y no recuerdo haber visto sus libros en ninguna librería, ¿cómo es que publica textos traducidos al español, no se habrá equivocado usted al realizar la reseña?

Yo suelo asociar más el búho a la sabiduría que, como bien sabe, es algo muy distinto a la inteligencia.


Por último, decirle que ha leído mi padre estos comentarios y quiere que le diga que hay muchas clases de búhos y numerosas variedades, asimismo, de lechuzas, produciéndose muchas diferencias morfológicas incluso entre los miembros de cada uno de los dos grupos, pero que, a diferencia de los búhos, las lechuzas carecen generalmente de unas plumas alzadas en la cabeza como si fueran orejas o cuernecillos; es decir, si ve una rapaz nocturna de estas características con la cabeza completamente redonda, probablemente sea una lechuza, y si en la silueta de su cabeza se recortan unas plumas a modo de orejas (sólo en apariencia), casi con seguridad se trate de un búho.

Un gran abrazo doble.

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

Amigo Don Carlos,

Más tarde contestaré al resto de su comentario. Ahora sólo decirle que donde dije, en mi comentario

Latín / Griego – Español

quería decir

Latín / Griego – Francés.

Resulta que, en mis estudios a lo largo de toda mi vida, sobre el Latín y el Griego, he utilizado fundamentalmente libros franceses.

Un cordial saludo, para Vd., Don Carlos, y para su padre, Don Serapio.

Antonio

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

Amigo Carlos,

A mi entender, la sabiduría es el conocimiento de facto de muchas cosas, la inteligencia es la capacidad para conocerlas, y también la capacidad para adaptarse al medio.

No sé por qué, pero yo asocio a la lechuza a los buenos augurios, y al búho a los presagios siniestros, porque así aparece a veces en la Literatura Griega.

Muy interesante es la descripción que nos transmite su padre sobre la diferencia entre búhos y lechuzas, Por fin, a mis años, he conseguido diferenciar a unos de otras. A mí me cae más simpática la lechuza, porque es el símbolo de la colección de los textos Griegos Guillaume Budé, publicada por LES BELLES LETTRES, de la misma forma que la loba Capitolina lo es de los textos Latinos.

Desde luego que con persona sabias, como Don Serapio, y también Vd., Don Carlos, uno aprende muchas cosas,

Que pasen Vds. un buen día de todos los Santos, lo que quiere decir de todos los Difuntos, porque en un día como hoy yo abdico de mi ateísmo no militante y me convierto en creyente.

Les envío un abrazo,

Antonio

Chacien dijo...

Para mí la diferencia entre una persona sabia y otra simplemente inteligente, aunque sea extremadamente inteligente, es que la persona que es sólo inteligente puede utilizar su inteligencia de una manera errónea, poco ecuánime, injusta, imprudente, etc., y el sabio no, porque si en algo destaca el auténtico sabio es en su conocimiento del bien y del mal, de modo que, cuando debe elegir, sabe en todo momento lo que debe hacer, lo que es mejor y más beneficioso; lo que el haga, aunque no siempre sea lo más practico ni lo más rápido ni lo más rentable en apariencia, será siempre lo más juicioso.

Nosotros solemos pasar este día con la mayor normalidad porque, en primer lugar, estamos convencidos de que el recuerdo de los seres queridos ha de ser como una llama que se alimente y mantenga todo el año y no como una vela que sólo se encienda en las ocasiones muy señaladas, rito que uno cumple mecánicamente porque así lo establecen las conveniencias sociales y que, de paso, nos sirve para acallar una vez al año a nuestra propia conciencia. Verdaderamente es muy cómodo instituir un día para todo, cumplir el trámite, y olvidarse el resto del año del asunto, pero no me parece que sea lo más idóneo; por otro lado, estoy seguro de que, en este caso, no es lo que a usted le sucede. En segundo lugar, a mí, y mucho menos a mi padre, esta moda del Hallowen nos pilla como muy lejos, vamos, que no nos vemos disfrazándonos de criatura nocturna del mal ni colgando por aquí siniestras calabazas o cosa por el estilo. No obstante, agradecemos sus buenos deseos y se los enviamos centuplicados.

Un muy afectuoso saludo.

Anónimo dijo...

Me identifico mucho con la tortuga, no por algo soy calmA :-).

Es un poema que se lee con una sonrisa en los labios, hace que lentamente te deslices con suavidad, acaparando toda la belleza que encierran tus letras.

Un beso

Chacien dijo...

Muchas gracias, CalmA, soy consciente de que el poemita me ha quedado algo naíf, que puede parecer, incluso, un poco infantil, pero a mí me gusta así, me satisface plenamente y hasta me parece que, por eso mismo, por su sencillez y aparente ingenuidad, está dotado de cierto encanto que lo caracteriza; o, al menos, yo lo veo así.

No había caído en la relación que tiene con tu alias, y eso que digo expresamente que mi tortuga actúa y se mueve con inmensa calma. ;)

Besos.