MATERNIDAD
A Belén
Una muñeca de improviso
que se arroja a tu regazo
—ojillos, brazos hacia ti
que te imploran o que anhelan—
y en su necesidad o en ese acceso
irreprimible de ternura
obtiene pronta
recompensa: el abrazo
y la caricia o beso de unos labios
que pronuncian: "Mi muñeca".
Muñeca que se acoge a tu regazo,
chupa, pausada, el pulgar
—todavía es muy pequeña—
mientras observa el orbe diminuto
desde el mejor acomodo
y el más dulce que existe en el jardín
de sus tibios ensueños infantiles.
¡Cuántos soles, lunas y planetas,
niñita, para entonces!
Con sus lecciones el dolor
en cada acción y el placer
con su espléndido atractivo,
cuánta risa y cuánta lágrima,
cuánto daño y cuánta dicha
traerán a tu existir.
¿Gozarás en huerto ameno
las dulces mieles del amor?
¿Sentirás la acerba herida?
Tras placeres y dolores
¿gustarás el fruto
amoroso y cierto
de tu unión?
Tú no dejarías a tu muñeca
en cariñosas manos mercenarias
por egoísmo —¡cuántos tesoros
desperdiciados
a cambio de unas monedas!—
o —valiente sacrificio,
linda abnegación—
de todo lo que es
absolutamente superfluo
para que no le falte de nada,
¿verdad?
Tras muchos soles, lunas y planetas
veo una muñeca
que se arroja a tu regazo
—brazos hacia ti— y recibe
el abrazo requerido
y el efusivo beso de unos labios
que pronuncian: "Mi muñeca".
Y ella chupa su pulgar
mientras mira el orbe
desde el mejor acomodo
que existe en el jardín
de los sueños infantiles.
12 - 14 de Febrero de 2004